13 septiembre 2017

La ciudad de los socios- Sociópolis. Por Miguel del Rey Aynat

LA CIUDAD DE LOS SOCIOS, fue el titulo con el cual publiqué un articulo en el periódico Levante el día 25-06 de 2003. Tema hoy aún en vigor al anunciar a bombo y platillos que se va a terminar el desaguisado.Y la verdad, me sabe mal haber sido tan agorero y haber acertado. El desastre de la Huerta en ese lugar es de libro, pues era de los pocos fragmentos coherentes de l'Horta Sud que quedaban próximos a València. Su diseño, en particular la intervención planimétrica y la articulación con la huerta, es de las peores intervenciones en cualquier borde urbano que se precie.



Quizás el título sea una traducción literal, incluso inadecuada, pero se puede entender dentro del juego divertido y rompedor de Sociópolis: un ejercicio medíático para sobrellevar un verano caluroso. Una cuestión que desde determinada perspectiva podría haber tenido interés, e incluso posibilidades de buscar una salida al callejón en el que se encuentran mentalmente las relaciones entre ciudad y territorio; pero conociendo la estructura de la proposición, el entramado y a algunos sus actores, creo que la cuestión no va por esos caminos

Si analizamos la maqueta que nos presentan los medios de difusión, observamos que tiene algo de aquella propuesta para el barrio del Hansa en el Berlín de 1957, aunque en esta propuesta veraniega todo es muy denso, y en fin, no son las mismas firmas. Por ello, creo sería mas acertado pensar en el IBA también berlinés de hace mas o menos una década. Pensándolo bien, del ejercicio del 57 solo conserva esa idea de desurbanización, de “colonizar” de dudosa manera el estupendo parque del Tiergarten. Haciendo memoria podemos encontrar otras conexiones; no olvidemos que el Hansa se construye en plena guerra fría y tenia el interés de mostrar, junto a la frontera de la DRA estalinista, la rutilante imagen de la moderna Alemania occidental. Quizás, ahora quieran mostrar esa misma modernidad, contrarrestándola a la huerta como lugar cultural, diferenciado, e incluso algo antiguo. Aunque no creo que ello sea una intención consciente. Seria muy cruel

Llegados a este punto se preguntará el lector: ¿Que es lo que induce a escribir sobre este proyecto a una persona ajena a él?  La razón, en este caso, es el objeto del trabajo: la vinculación de la ciudad y la huerta. Una cuestión tan atractiva como interesante y en la que nos jugamos parte del futuro cultural de nuestro pueblo; cuestión que nos obliga a tomar postura, tanto frente a la propuesta, como a la manera de abordarla y a los efectos que ello puede tener sobre nuestra futura metrópoli valenciana.

Se trata de un tema amplio y complejo, en el cual mucha gente está trabajando desde hace tiempo y desde perspectivas diferentes. Un tema que seguro necesita de la mirada de otros ojos que complementen a los propios; ojos que podrían ayudar a mirar, a proponer cosas, si hubieran sido introducidos de primera mano en un lugar y una cultura, para conociéndolas y observarlas, aportar algo nuevo, diferente y quizás original. Pero ese no ha sido el procedimiento, más bien lo contrario. Se percibe un cierto autismo, e incluso algo de arrogancia, haciendo realidad un escenario donde se evidencia que las relaciones entre cultura y civilización no pasan por una buena etapa.

Los registros que nos acercan a la cultura parece que son ignorados, no interesa aproximarse a la memoria de un pueblo, conocer e indagar en esa cultura que nos ata a la tierra y nos recuerda aquella relación perdida con la naturaleza. En este sentido, observamos que la propuesta no propone ubicación concreta, pero en cambio su arquitectura está definida, de lo cual observamos el poco interés por el “lugar”. El énfasis, en la propuesta, se centra en la idea de civilización, entendida como ese pensamiento globalizante de las naciones que se oficia en la ciudad y a se desarrolla a través de la sociedad mediática. De ahí el desequilibrio de partida en la solución y por ello su vulgaridad, su “más de lo mismo”, su propuesta en parte “antigua”, al revindicar un carácter “ideal” en momentos de pensamiento fragmentario. Proponiendo soluciones generales frente a la condición del lugar, negando el tema de una ciudad concreta, en un lugar concreto y en un momento concreto. Ignorando el caso valenciano de ciudad construida sobre un territorio culturalmente activo y propositivo, donde es más interesante la intervención de cirugía puntual y particularizada en los bordes, que el hecho de "construirnos la huerta" de manera ideal, ofreciéndonos, eso si, imágenes prestadas de cualquier sitio.

El patetismo que nos sobrecoge al leer la frase “ciudad ideal” y observar cuatro macetas sobre un muro desvencijado del centro histórico, nos viene a la mente al apreciar un bancal de naranjos sobre la cubierta de uno de los edificios propuestos. Simplemente había que enseñar a mirar; ver que una “huerta” no es lo mismo que un “huerto” en nuestra cultura. Es cuestión de matiz.

Esta ciudad se merece una actitud mas crítica por parte de todos, tanto en la ética como en la estética, que en lo moderno ya sabemos que deben andar muy unidas. Particularmente en aquellos temas que preocupan a todos los valencianos, desde las Instituciones a los ciudadanos de a pie, y uno de estos temas es el de resolver esta metrópolis que estamos abocados a construir. Un construir razonado y culto, no desde la frivolidad o la ocurrencia graciosa, sino construyendo sobre lo construido a lo largo de siglos de cultura, intentando extraer de ella, de su vertiente rural, en este caso de la huerta, aspectos que tengan que ver, tanto con la permanencia de memoria, de la que estamos faltos en nuestras amnésicas metrópolis, como con lo creativo, entendido esto desde una perspectiva contemporánea. Aspectos que pueden y deben estar vinculados entre si, pero siempre lejos de la arrogancia y sobre todo de la vulgaridad.

Fotos M. del Rey


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